Gracias Covid-19

Hace un año,  meses antes de que empiece el gran desastre de nuestra era, de nuestra generación, las cosas iban finas como la seda. Vas al trabajo, vienes, pasas los días como puedes… el fin de semana da para poco, se aprovecha a tope, se disfruta más. Salidas, compras, comidas, conciertos, viajes… 

Los días eran una sucesión de trayectos de ida y vuelta esquivando con la moto gente que se notaba demasiado que se acababa de levantar de la cama. Aparca, candado a la moto, entrada, café, correos, correos, correos, problemas, correos, llamadas, reuniones, correos, más problemas y más correos.Recoge todo, quita el candado de la moto, vuelta para casa.

La rutina de la gran ciudad se veía solo rota por los fines de semana en los que decidíamos romper con todo y largarnos a pasar unas cortas horas fuera. La carretera, el espacio abierto, los lugares nuevos, descubrir, recorrer… por dos días que te dura un fin de semana largo o un puente cortas por lo sano con esa monotonía. Pero siempre había que volver. Claro. La ciudad te espera con su fétido aliento de depresión de lunes por la mañana. Y solo te queda una salida, soñar con la siguiente vez que rompas con las reglas de la gran urbe que nos atrapa.

Cada uno nos apoyamos en nuestras cosas para pasar de lunes a jueves. Yo particularmente me valgo de la música, y de hacer los planes para el próximo fin de semana, para el próximo puente, para el próximo verano…

Cuanto más viajo, más me doy cuenta que el que diga que el mundo se le ha quedado pequeño o que ya lo ha visto todo, no tiene ni puta idea. 

Pues hace un año, planeamos una escapada, para desconexión total… La idea era ir al norte, disfrutar de sus paisajes, de sus parajes, de su gastronomía… Fue un puente fantástico en un hotel con balneario… La zona elegida fue Cantabría pero eso ya era secundario. Sé que vayamos donde vayamos, lo pasaremos bien. Creo que siempre hemos sabido elegir bien, y cuando el destino ha patinado un poco, siempre está la compañía, que es inmejorable e insuperable.

A la vuelta de ese viaje, mientras recorríamos los largos campos de Castilla entre Burgos y Madrid… me di cuenta de que no quería ir a donde iba. Quería estar donde había estado. 

Pero te resignas. Es lo que hay. Es así. Es la vida. Hay que trabajar. Hay que volver.

Pero… ¿y si no volvieras? ¿y si un día decides no volver?

Me acuerdo perfectamente que en aquel viaje de vuelta le dije a Lola «prométeme que vamos a volver pronto por favor. En coche, en moto, como quieras, pero tenemos que volver…»

Más semanas, más cafés, más lunes a las 8:00 AM, más atascos…
Y de repente una sacudida azota el mundo. Sin entender de raza ni credo. De ideas políticas, de sexo o de estatus social. Sin mirar tus cuentas del banco ni tu situación. El covid19 estaba aquí, y aquello explotó tirando abajo un castillo de naipes que nos habíamos construido. Sin darnos cuenta, se acabó el café, el candado a la moto, el atasco. Se acabó todo. Nos vimos encerrados en casa, con cara de pensar, ¿qué ha pasado aquí? Éramos intocables, o eso pensábamos. Pero el torpedo dió de lleno en la línea de flotación. 

Nosotros, particularmente, teníamos un viaje ya comprado para el verano para volver a la costa oeste de EEUU. El destino se ríe de los planes. Incluso de los que puedes hacer para mañana… No digamos para dentro de 6 meses.

El trabajo se convirtió en teletrabajo. Los días se hacían largos, las noticias nunca eran buenas…

Me dió por instalarme unas aplicaciones de portales inmobiliarios en el móvil. Cuando me cansaba de ver series, me ponía a ver casas en pueblos remotos, a soñar con volver a aquellos parajes… Que si mira esto que bonito, que si mira esta donde está… que si mira aquella, ese tío está loco por pedir eso por 4 piedras…Lo que empezó siendo otro pasatiempo mientras volvías a tener vidas en el Candy Crush, empezó a ser algo más que un pasatiempo. Me puse a buscar en serio, como si nos fueramos a ir… Aunque no nos fueramos a ir porque los tentáculos de asfalto nos tienen agarrados por el cuello… pero soñar era gratis. 

Esta si, esta podría…

Pasaban los días… y llegó un momento en que la cabeza nos hizo click. No sabría decir cuando, ni porqué exactamente… 

El caso es que un día, pasamos a preguntarnos… ¿Y… por qué no?

Ese día, los tentáculos de asfalto se marchitaron, se secaron, y se cayeron de mi cuello dejándome respirar de una forma diferente. Ese día, con todas las malas noticias que teníamos, con el bombardeo que había en la calle, tuvimos la gran revelación.

¿Y por qué no?

La lista de anuncios favoritos, de ensoñaciones, de ilusiones, se empezó a reducir drásticamente.

La cosa ahora, va en serio.

Antes de que acabara el estado de alarma, teníamos 3 firmes candidatas. La primera, nos la quitaron por muy poco… Ojo que parece que no hemos sido los únicos con la revelación de los huevos…

Pero esto no me vuelve a pasar. Cuando el estado de alarma acabó, concertamos visita con la única que nos quedaba para ver. Cargamos la Harley dispuestos a pasar un fin de semana de los de antes, de los de irse y olvidarse de todo. Solo que ahora además íbamos a ver «la casa».

Las primeras luces de la mañana se abrían al sonido de los escapes de la Road King. Estábamos otra vez en marcha. Música a tope, cara de malo y gas. 

Dejábamos atrás Madrid. Si, volveríamos en pocos días, pero… ya no era lo mismo. Estabamos saliendo, pero ya habíamos salido.Ya estábamos en camino. 

Era imparable.

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